top of page
banner tipo 5.jpg
banner tipo 5.jpg

¿Trump ya entendió que Rusia y China no son sus socios?

Foto del escritor: Esteban RománEsteban Román



Llegó la hora de Donald Trump. Asume la presidencia de Estados Unidos en un momento crucial de la historia: cuando la globalización retrocede y cuando los enemigos de Occidente se están quitando la máscara: Rusia, China, Irán y Corea del Norte.  


Termina la era de la ingenuidad, en la que hemos vivido los últimos 30 años tras la caída de la Unión Soviética, cuando Europa y Estados Unidos creyeron, ingenuamente, que los viejos rencores históricos y los deseos imperialistas nunca volverían porque serían reemplazados por la prosperidad y la paz que vendrían con el comercio global. ¿Rusia invadir Ucrania? La mayoría de los europeos se reían de la posibilidad antes de 2022.


¿China una amenaza? Claro que no, decían los alemanes, los chinos solo quieren hacer negocio. Y ahora, después de un masivo robo de propiedad intelectual, reemplazan a los alemanes en las tecnologías que eran su principal mercado.


La Alemania de la canciller Ángela Merkel es el ejemplo perfecto de la era de la ingenuidad. Solo unos meses después de que Rusia invadiera por primera vez Ucrania, en 2014, para apoderarse de Crimea, Merkel hizo tratos con el presidente ruso Vladimir Putin para hacer a su país totalmente dependiente del gas ruso, con la apertura del gasoducto Nordstream 2. No le importaron las advertencias estadounidenses de lo peligroso que era eso. Y para colmo, en una de las peores decisiones de la historia contemporánea, Merkel decidió cerrar todas sus plantas nucleares solo para quedar bien con ambientalistas trasnochados e ignorantes idealistas que no conocen los beneficios, precisamente ambientales, de la energía nuclear.


Y mientras hacía todo eso, Alemania exportaba felizmente hacia China y dejaba abiertas las puertas de sus empresas a sus socios asiáticos. ¿El resultado? La mitad de todas las empresas alemanas reportan haber sido víctimas de espionaje industrial y ciberataques chinos. 


Increíblemente, en su infinita ingenuidad, Alemania todavía no quiere hacer enojar a China, con  restricciones más estrictas a sus ventas de productos subsidiados, aunque están dañando a la industria Alemana y a sus empleos. Están destrozando a las empresas alemanas con competencia desleal en autos eléctricos y otras tecnologías limpias, pero el débil gobierno de ese país todavía quiere respetar las reglas de la Organización Mundial de Comercio. 


Barack Obama también fue ingenuo y débil cuando no hizo nada contra Rusia en 2014 por la primera invasión de Ucrania. Cuando no respondió en especie a los ciberataques provenientes de Rusia que ya comenzaban a inundar a las empresas y oficinas gubernamentales estadounidenses. Su vicepresidente, Joe Biden, le urgía que tomara una posición más dura contra los rusos. No le hizo caso.


Sin embargo, algunos de los que trabajaron en esa administración sentaron las bases de la nueva era. Identificaron las vulnerabilidades de Estados Unidos y dónde podían responder a las agresiones veladas chinas y rusas.  


Así llegó Donald Trump en 2016 y, por primera vez, se hizo caso a los militares, empresarios y expertos que llevaban años advirtiendo que China se aprovechaba de Estados Unidos. Que robaba tecnología y espiaba sin consecuencias. Empezó Trump la guerra comercial. Pero se quedó corto. El presidente no hizo caso a sus asesores que le advertían que la disputa con China iba mucho más allá de la balanza comercial. No hizo caso. Trump se conformó con un acuerdo de compra de productos estadounidenses que China ignoró.


Cuando Joe Biden llegó, entendió el problema aún mejor: tomó el trabajo que los asesores de Trump habían hecho sobre China y lo aplicó más allá de la relación comercial: no solo mantuvo las restricciones económicas que Trump había aplicado, sino que las extendió a la parte más crucial de la tecnología: los semiconductores. Prohibió a China adquirir los chips estadounidenses más avanzados, usados en inteligencia artificial y armamento. Y formó alianzas con Australia, Japón y Corea del Sur, vecinos de China, para aliarse con Estados Unidos en caso de una guerra con China. Australia incluso obtuvo submarinos nucleares, una tecnología que Estados Unidos no había compartido con nadie más salvo Reino Unido, a cambio de esta alianza.


Pero en su intento de enfocarse en China, de no perder el tiempo en otras partes del mundo, Biden careció de ambición para remover del camino a Rusia. Escuchó a su asesor de seguridad, Jake Sullivan, quien le recomendó hacer lo necesario para mantener a a Ucrania con vida ante la invasión rusa, pero no lo suficiente para asegurar la derrota de Vladimir Putin. Por temor a que la situación escalara hasta llegar a un conflicto directo contra Rusia. Y porque remover por completo a ese país del comercio mundial habría elevado aún más la inflación, por el hecho de remover el petróleo y gas rusos del mercado. 


Biden falló en ver que pudo haber puesto a Rusia de rodillas si hubiera querido. Pero Dosificó la entrega de armas a Ucrania y limitó las sanciones a Rusia a un límite de precio de sus exportaciones, en vez que desterrarlos por completo del sistema financiero y de comercio estadounidenses. En el extremo de su precaución, incluso le prohibió a los ucranianos seguir atacando refinerías y depósitos de combustible rusos, por temor a un aumento de precios global de la gasolina. 


En ese contexto llega de nuevo Donald Trump a la Casa Blanca. Con el crédito de haber sido él quien, por primera vez, entendió que China era más un rival que un socio. Pero sin entender todavía, a la luz de sus declaraciones, que la Tercera Guerra Mundial no se evitará dándole a Rusia y a China lo que quieren, sino intimidandolos, haciéndoles saber que sus acciones contra los intereses estadounidenses serán respondidas. 


¿Cómo iniciaron las dos guerras mundiales pasadas? Porque había imperios que creyeron tener el poder suficiente para ganarlo todo por la fuerza. Si Estados Unidos se repliega o si no se muestra dispuesto a defenderse a sí mismo y a sus aliados, esa es la luz verde que Xi Jinping y Vladimir Putin estarán esperando para actuar:


En ese sentido, Biden y Trump, pese a todas sus diferencias, han sido similares en cuanto a que entienden que Estados Unidos ya no puede ser ingenuo en su trato con otros países. Pero también, ambos se han quedado cortos. Les ha costado trabajo dejar atrás la época en que todo se reducía a acuerdos comerciales y advertencias diplomáticas. ¿Qué tanto Trump será diferente esta vez? No es una buena señal que considere cederle territorio ucraniano Rusia, a cambio de levantar las sanciones, sin ver que la economía de ese país está a punto de explotar. ¿Acaso no ve que ese país con el que quiere reconciliarse, acaba de firmar un pacto de defensa de 20 años con Irán? ¿Acaso no ve que Rusia es el principal responsable de ataques y ciberataques a empresas e infraestructura estadounidenses?


Tampoco es buena señal que no asegure que defenderá a Taiwán en caso de una invasión china. Después irán por Filipinas, Malasya o Japón, aliados también de Estados Unidos.


Trump y Biden han sido los presidentes más proteccionistas en décadas y, aún así, todavía están lejos de enfrentar a sus enemigos con la malicia con la que ellos buscan destruir a Estados Unidos. 

コメント


bottom of page